La reconstrucción de un periodo a través del relato. Las tres tazas.

Daniela Mesa Cardona
3 min readFeb 28, 2023

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La recuperación de archivo invita a construir mediante trazos, a veces débiles e inseguros, una historia. El acto de reconstruir la memoria intenta encontrar su lugar en un país que se halla en un oficio viciado de sepulturero; con el germen cultural del olvido propagado en el cultivo social Colombia se enfrenta con la dificultosa pero compensatoria empresa de hablar cada vez más sobre la memoria y su fragilidad. Rescatar y disertar sobre las escrituras de antaño es componer un imaginario, no se trata de cargar de culpas al historiador por falta de dedicación pero sí de mostrar el lugar del escritor en la deconstrucción y reconstrucción –cual si fuera un collage de recortes muy diversos– de un relato, verídico o no, pero que siempre nos proporciona indicios de lo que fue su contexto, es así que, como probablemente ocurre, la principal observación que se realiza sobre Tres Tazas de José María Vergara y Vergara es una disertación sobre la encantadora y melancólica tarea de recolectar las estampas de una época, y digo una por tratarse de un relato perceptualmente subjetivo, el de un sujeto particular y su apreciación histórica, pero que realmente está evocando unos acontecimientos que dentro de la creación de una historia objetiva nos presentando periodos diferentes.

De esta forma, un elegante Dandy vestido siempre a la moda y con un espíritu aparentemente ansioso por la novedad y eternamente joven en un cuerpo atado a la mortalidad, nos muestra a través de tres tazas, una de chocolate, una de café y otra de té el cambio de las costumbres bogotanas; como capitalinos a los que le llega lo último en moda europea, teniendo en cuenta, claro, un retraso considerado de lo que realmente está sucediendo en el viejo continente, logran acomodar en una cultura del reciclaje estándares y pautas de modales ajenos a una pequeñísima élite criolla.

La recepción estética que plasma José María Vergara y Vergara en su texto como coleccionador de recuerdos y anticuario es digna de un nostálgico, pues la invitación principal de nuestro historiador a Ricardo Silva –el destinatario del relato– es a tomarse alguno de los modelos, beber del contenido de sólo una de las tazas, sin caer en el eclecticismo de querer elegirlas todas, pero con la promesa de que las otras dos serán ofrecidas a los seres queridos. Los figurines emblemas de 1813, 1848 y 1866, años respectivos de los cambios políticos y culturales serán diferentes en ritual, vestuario y parloteo y así dirá al final de una carta llena de comentarios perspicaces, pues no carece su escritura de una sutil comicidad:

En 1813, se convidaba a tomar una taza de chocolate, en taza de plata, y había baile, alegría, elegancia y decoro.

En 1848, se convidaba a tomar una taza de café en taza de loza, y había bochinche, juventud, cordialidad y decoro.

En 1866, se convida a tomar una taza de té en familia, y hay silencio, equívocos indecentes, bailes de parva, ninguna alegría y mucho tono. (p.19)

En algún momento se refirió a la muerte como la gran humillación, un gran arrebatamiento, pues al ser arrendatarios de la vida no nos podemos poseer ni a nosotros mismos por el tiempo que deseemos, pero es al momento de escribir que se entrega un pedazo de infinidad a la posteridad. Es cierto que las generaciones siguen, se renuevan dejando atrás todo lo que alguna vez fueron, con añoranza recuerda unas tradiciones que se han ido y que ahora escritas en un papel son un frágil fragmento de la memoria que se sigue elaborando mientras el escritor vive con el ideal de seguir padeciendo en sus carnes la moda que traerá el futuro y que estará más que dispuesto a aceptar las invitaciones a los convites del mañana, que ya son nuestro ayer, aunque no sepa lo que podrá esperarle. Los poetas y los literatos nos cuentan una contrahistoria de la historia oficial, José María lo hace por medio de zapatos y bailes, juegos de salón y extranjerismos y lo más importante, invitaciones a disfrutar de bebidas calientes en lujosos trastes.

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