El peso de la libertad de elegir. Entre el Ennui y la Naúsea
La incorporación del modelo de la vida moderna en la sociedad va a llevar al hombre a los lugares de encuentro de los nuevos sujetos hambrientos de estímulos, surgiendo así un cambio en la experimentación que afectará su manera de percibir las cosas, debido a esto, no todo se consolidará como experiencia sino que pasará a convertirse en una vivencia, diferenciándose ambas en el nivel de afectación y temporalidad que tengan en la vida del sujeto, pues en la experiencia se alude a las excitaciones sensoriales procedentes del mundo exterior que dejan huellas mnémicas que se depositan en las capas más profundas de su sistema anímico, mientras que la vivencia se traduce en estímulos que neutralizados o debilitados por la conciencia son incorporados en la memoria del sujeto de manera accesoria o superficial, de esta forma la vivencia se consolida como la manera de recepción en el nuevo estilo de vida que logra sobrepasar a la experiencia.
El fracaso del proyecto de la modernidad introdujo entre los hombres una preocupación existencial, pues apareció la pregunta por la utilidad de la vida que se contrastó a su vez con los cambios políticos y sociales causados por las revoluciones y los desarrollos en diferentes áreas como la ciencia, la tecnología y la cultura, dando como resultado un sentimiento de angustia, aburrimiento y hastío que se ve reflejado en la escritura, especialmente a partir del siglo XIX, es por esto, que se va a identificar a la angustia como la Náusea, al aburrimiento como el Spleen y al hastío como el Ennui, siendo cada uno una respuesta diferente a esta misma situación y, además, siendo expuesto por diferentes escritores.
- La Náusea
En la filosofía de Jean-Paul Sartre podemos encontrar una preocupación por la existencia, siendo una filosofía comprometida y llevada a la acción, reconocida por una reflexión individual que repercute a la colectividad y tiende a convertirse en contestataria. El compromiso del hombre con respecto a sus acciones y la búsqueda de la libertad se vuelven los pilares de ésta y se hacen indispensables porque están encaminados a la libertad personal. Esta libertad se ve consumada por medio de la acción y en este punto entra el carácter existencialista del escritor, ya que el sentimiento de actuar libremente es lo que lleva a los humanos a la desesperación, una en donde los sujetos sienten angustia porque saben que no hay sentido en la vida, pero que se tiene las riendas de la misma para construirla y reinventarla. Kierkegaard en De la tragedia nos habla sobre la acción, haciendo un paralelo entre la tragedia antigua y la tragedia moderna en donde se expone el carácter del héroe moderno:
En la tragedia moderna la caída del héroe no es otra cosa que un acto. En tiempos actuales pues, lo que predomina es la situación y el carácter. Al tener el héroe trágico una conciencia reflexiva, esta reflexión sobre sí mismo no sólo lo aísla del Estado, la familia y el destino, sino que muchas veces lo desvincula de su vida anterior. Así, aquello que nos ocupa es entonces un definido momento de su vida considerado como consecuencia de sus propios actos. Este es el motivo de que lo trágico se resuelva aquí en situación y réplica, ya que en general no queda prácticamente nada que sea espontáneo. De ahí que la tragedia moderna no se apoye en ningún plano épico ni mantenga ninguna herencia épica. El héroe se sostiene o sucumbe, única y exclusivamente en relación a sus propias acciones.
Este pasaje me permite contrastar a Sartre y a Kierkegaard, pues ambos notaron que la reflexión del hombre sobre sí mismo era una preocupación propia de la modernidad, pero la desvinculación del hombre con el Estado y la familia que afirmaba Kierkeegard en Sartre no se dará, porque para él, aunque el hombre se percata de que no hay determinismos que lo retengan y, por ende, que la vida no tiene un sendero establecido sino que es un absurdo — y aquí es donde encontramos la Náusea — es completa responsabilidad del hombre elegir lo que hará consigo mismo y con los demás.
1.1. Entre el Spleen y el Ennui
El Spleen (del Inglés bazo, hipocondría), es la designación para un estado de melancolía o aburrimiento; en el uso griego el splên también hacía referencia al bazo, órgano concebido como el asiento de las emociones o pasiones, de ahí que en su designación inglesa también sea una víscera, pero a su vez un sustantivo: el mal humor, el temperamento irascible o el pesar. Asociada con la bilis negra según la teoría de los Humores de Hipócrates el exceso de segregación de ésta producía en los individuos un sentimiento de melancolía.
Por otro lado, el Ennui es el desarrollo de dicha melancolía, pues a medida que esta avanza se convierte en un aburrimiento y un hastío de vivir. Este sentimiento se establece en la realización del hombre de lo importante que son sus acciones y sus repercusiones en el mundo, lo que produce que ingrese en un estado de extrañeza con respecto al mismo y su propio destino. María Cecilia Salas en La escritura del desasosiego nos advierte: “El ennui, del cual es expresión la literatura francesa más destacada del siglo XIX, se puede leer como una variación del grave sentimiento de desierto y desamparo al cual se sentía arrojado el hombre moderno”.
Si en el Spleen aún se tienen sentimientos ambivalentes con respecto a esa pregunta por la existencia, cuando pasa al estado del Ennui la extrañeza con las cosas que suceden a su alrededor es completa. Es por esto que el Ennui se caracteriza por convertirse en el asco absoluto, un odio indiscriminado. El aburrimiento y el hastío tendrán sus diferencias, el Spleen consiste en una tensión espiritual que tiende a desosegar la receptividad del sujeto, pero el Ennui remueve la iniciativa de actuar, pero no el estado de reflexión, así, se encontrará a un sujeto sin voluntad, ni deseo. El Spleen y el Ennui han encontrado su lugar en las letras de los embarcados en la búsqueda del tedio más dulce, entre algunos de ellos que nos encontraremos con la náusea de Jean-Paul Sartre, el desasosiego de Fernando Pessoa, el mal del Extranjero o la Peste de Albert Camus, la inmovilidad del Malone que muere o el Godot que nunca aparece de Samuel Beckett, la insoportable levedad del ser de Milán Kundera, Las cimas de la desesperación y el breviario de podredumbre de Michel Cioran, entre otros.
2. El Existencialismo:
En el ensayo El existencialismo como un humanismo Sartre va a intentar contrarrestar las críticas que le han hecho al existencialismo y pretende defenderlo de la idea de que paraliza a la gente, la sumerge en la desesperación y le hace olvidarse de las buenas cosas de la vida, es por esto que no se va a dar a entender al humanismo como una teoría que toma al hombre como fin y como valor superior, pues el existencialismo lo desliga de los juicio de esta clase, y el hombre no será tomado nunca como fin debido a que siempre se está realizando:
Hay otro sentido del humanismo que significa que el hombre está continuamente fuera de sí mismo; es proyectándose y perdiéndose fuera de sí mismo como hace existir al hombre y, por otra parte, es persiguiendo fines trascendentales como puede existir; siendo el hombre este rebasamiento mismo, y no captando los objetos sino en relación a este rebasamiento, está en el corazón y en el centro de este rebasamiento.
2.1. Objeciones al existencialismo
2.1.1. Se dice que en el existencialismo se puede elegir cualquier cosa, pero esto no es cierto, ya que la elección siempre es una posibilidad, pero nunca cuando no se elige se está dejando de hacerlo: “Puedo siempre elegir, pero tengo que saber que, si no elijo, también elijo”. Aplicado al arte Sartre dice que la creación de la obra de arte es similar a lo que sucede en el plano de la moral, pues en ambos casos se abren las oportunidades para la creación e invención, ya que realmente no hay una razón para decir a priori lo que hay que hacer en el mundo.
2.1.2. Si alguien adoptaba como postura el existencialismo sartreano se decía que no podía juzgar a los demás. Aunque esto pueda ser verdad en cierta medida, pues no existen los determinismos morales la posibilidad de la crítica radica en el compromiso que pone el hombre en la elección de su proyecto; la elección debe ser sincera y lúcida, pues si no es así, sea cual sea su proyecto se juzgará bajo la mira de la mala fe, la cual corresponde a un autoengaño de racionalizaciones mediante las que el sujeto quiere tranquilizarse y librarse de la responsabilidad que posee: “Si hemos definido la situación del hombre como una elección libre, sin excusas y sin ayuda, todo hombre que se refugia detrás de la excusa de sus pasiones, todo hombre que inventa un determinismo, es un hombre de mala fe”
2.1.3. Los valores del existencialismo no son serios porque los hombres pueden elegir cualquier cosa. Pero decir que el existencialismo inventa valores es para Sartre afirmar que: “[…] la vida, a priori, no tiene sentido. Antes de que ustedes vivan, la vida no es nada; les corresponde a ustedes darle un sentido, y el valor no es otra cosa que este sentido que ustedes eligen.”
2.2. La angustia y la libertad Sartreana
Sartre estudia fenomenología con Edmund Husserl en 1933, es allí donde empieza a dar vueltas sobre el entendimiento de la concepción de la conciencia humana, en 1940 cuando es arrestado por los alemanes relee El Ser y el Tiempo de Martin Heidegger lo que lo influencia al momento de escribir su obra El Ser y la Nada, para él, la filosofía se convirtió en la manera de protegerse de la melancolía de la guerra, llegando incluso a afirmar que ya no había diferencias entre su vida y la filosofía; en el momento de regresar a su vida civil fuera del apresamiento revaluó su concepción de libertad y quiso llevar al pensamiento individual, en el que había trabajado, a una relación estrecha con la sociedad en general. La revaluación de la libertad seguiría en las vísperas de Mayo del 68, siempre siendo un militante teórico de la izquierda aunque uniéndose y apartándose de ciertos movimientos y estableciendo siempre con ellos una actitud crítica, lo que Jean Paul Sartre nos muestra claramente es su idea de ir contra el Estado y la burguesía. Por estas mismas épocas él era un querido profesor y escritor con el que la juventud contaba, otros teóricos como Levi-Strauss criticaron su pensamiento lo cual fue recíproco por la crítica sobre la teoría del parentesco que le haría Sartre, es de igual forma como él dirá que la teoría psicoanalítica de Freud ayudaría a crear en los hombres actitudes de irresponsabilidad y falta de compromiso.
Como para él el universo en sí no tiene un valor predeterminado, el hombre no está sujeto a dios y tampoco tiene una tarea específica para realizar: “el hombre no es otra cosa que lo que él se hace” (El Existencialismo es un Humanismo); todos estos ideales fueron germinando en un ambiente de agobio al futuro producto de la II Guerra Mundial, pero a su vez su pensamiento llamaba a la oportunidad de asumir los actos de una manera diferente, pues según su concepción tenemos el derecho y el deber de elegir nuestras acciones, aunque con la limitación de aspectos que no podemos cambiar como lo es la muerte.
La existencia precede a la esencia reafirmará constantemente o, si se prefiere, hay que partir de la subjetividad, este Subjetivismo, por una parte, se refiere a la elección del sujeto individual por sí mismo, y por otra, a una imposibilidad del hombre de sobrepasar la subjetividad humana. Pero, ¿qué significa que la existencia precede a la esencia? Significa que el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y después se define:
El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Éste es el primer principio del existencialismo.
El hombre, tal como lo concibe el existencialista, si no es definible, es porque empieza por no ser nada, sólo será después y será tal como se haya hecho:
[…] y el hombre será, ante todo, lo que habrá proyectado ser. No lo que querrá ser. Pues lo que entendemos ordinariamente por querer es una decisión consciente, que para la mayoría de nosotros es posterior a lo que el hombre ha hecho de sí mismo. Yo puedo querer adherirme a un partido, escribir un libro, casarme; todo esto no es más que la manifestación de una elección más original, más espontánea que lo que se llama voluntad. Pero si verdaderamente la existencia precede a la esencia, el hombre es responsable de lo que es. Y cuando decimos que el hombre es responsable de sí mismo, no queremos decir que el hombre es responsable de su estricta individualidad, sino que es responsable de todos los hombres.
Sartre también va a establecer una analogía con el artista para intentar clarificar los malentendidos que puedan surgir en cuanto a las implicaciones que tienen los actos, de tal manera dirá que cuando se dice que alguien no es otra cosa que su vida, esto no implicará, por ejemplo, que el artista será juzgado solamente por sus obras de arte, pues miles de otras cosas contribuyen igualmente a definirlo. Así, lo que se quiere decir es que el hombre no es más que una serie de empresas, la suma, la organización y el conjunto de las relaciones que constituyen estas empresas.
La angustia no es algo que le venga al hombre desde el exterior, sino que surge desde su interioridad, es decir, de la consecuencia de tener que elegir. Es el precio de su libertad, es la amargura de encontrarse solo ante sí mismo y tener que elegir sin ninguna ayuda, referencia o norma exterior. (Pais, 2005)
Soy libre: no me queda ninguna razón para vivir, todas las que probé aflojaron y ya no puedo imaginar otras. Todavía soy bastante joven, todavía tengo fuerzas bastantes para volver a empezar. ¿Pero qué es lo que hay que volver a empezar? Sólo ahora comprendo cuánto había contado con Anny para salvarme, en lo más fuerte de mis terrores, de mis náuseas. Mi pasado ha muerto. Estoy solo en esta calle blanca bordeada de jardines. Solo y libre. Pero esta libertad se parece un poco a la muerte.
Sobre A puerta Cerrada (Obra de teatro):
Sólo hay tres personajes que se encuentran en la absurdidad de la muerte, algo parecido a un hotel con un mozo que los lleva sin explicaciones a la habitación que les corresponde, la constante ansiedad del olvido que son en la tierra y el miedo de revelarse ante los demás como realmente son. Los verdugos son aquellos con cuya presencia se nos castiga, el sitio es el infierno, no hay espejos ni ventanas, tampoco la posibilidad de dormir, no se puede huir de los otros, porque a pesar que se den la vuelta y eviten sus miradas no pueden dejar de escuchar lo que los otros piensan, así Sartre nos muestra la existencia del otro, la vergüenza de ser contemplado, cosificado, y objetivizado. En A puerta cerrada constantemente vemos el juego de interdependencia de la mirada (reflejo-reflejado) entre Garcín, Inés y Estelle. En octubre de 1965 Sartre dice de la obra:
[…] la muerte viviente es estar rodeado por la eterna preocupación de los juicios, de los actos que uno no quiere cambiar. De suerte que, en verdad, como estamos vivos, quise mostrar por el absurdo la importancia que tiene en nosotros la libertad, es decir, la importancia de cambiar los actos por otros actos. No importa cual sea el círculo infernal en el cual vivimos, creo que somos libres para quebrarlo y si las gentes no lo quiebran es que también libremente permanecen en él. De tal modo que se meten libremente en el infierno.