El cine y la pérdida de aura en la obra de arte
La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica es uno de los escritos más referenciados de Walter Benjamin especialmente en la estética, en este ensayo el filósofo planteará su visión sobre el público, la crítica, la obra de arte y su función política. De esta manera, Benjamin nos guiará por un recorrido histórico raso sobre los métodos de reproducción utilizados hasta antes de llegar a las producciones fotográficas y cinematográficas como grandes muestras de la reproductibilidad de la modernidad, esto, para culminar en la reflexión sobre la reproducción en la obra de arte, la cual trajo consigo la valoración del arte como mercancía y con un nuevo tipo de circulación.
A pesar de esta nueva forma de reproducción incorporada a la obra de arte, para Benjamin existen ciertos aspectos que son únicos en ella y, por lo tanto, irreproducibles, a saber: la época, el origen, los daños que en ella puedan presentarse, su lugar de creación y sus dueños. Estos rasgos únicos le dan a la obra una autenticidad con la cual podemos hacer una nueva distinción entre el auténtico y la falsificación, ya que la autenticidad no puede ser reproducida mediante ninguna técnica, a lo anterior Benjamin lo denominó Aura, siendo así como la reproducción atrofia a la misma. Ligado a esto, con el paso del tiempo se modificó a su vez la percepción sensorial humana debido a la reproducción en masa, resultando así que el Aura −la manifestación de una lejanía por más cercana que parezca− se remplaza por la reproducción que establece a la obra en una cercanía, convirtiendo a un objeto de culto en uno de exhibición.
Es de enfatizar que Benjamin afirma que la obra de arte nació como un objeto ritual, el cual sólo podía ser de culto, la autenticidad de la obra está en el contexto de su tradición y esto le permite ser vista de maneras distintas en épocas diferentes pero aun así continuar siendo un objeto de devoción, pues el Aura sólo puede encontrar un contexto en la tradición y jamás se desliga de ésta.
De esta manera puede percibirse a la obra de arte de dos maneras distintas: la primera, desde su valor cultual el cual define la obra como objeto de culto y la segunda desde su valor exhibitivo. Cuando una obra es reproducida pierde su valor cultual al convertirlo en exhibitivo produciendo que una gran cantidad de público la vea, siendo éste un público no especializado y que además, se consideren a ellos mismos como peritos para la realización de juicios de valor influyentes para la obra. A este punto se ha de notar que el valor cultual poseía una connotación sagrada, pues no es sino hasta el siglo XV que en la obra deja de primar su status como un objeto de veneración para dar paso a su valor estético, pero a pesar de que se pueda pensar que al ocurrir esto se le quita el valor artístico a la obra no sucede así, pues el valor que se está suprimiendo es el que vincula a la comunidad, la reflexión de Benjamin es que aunque el valor cultual se ha ido perdiendo en la obra de arte, este último ha ganado fuerza en los recuerdos, por ejemplo, en la cara humana grabada en una fotografía.
Con respecto al nuevo arte cinematográfico que estaba cobrando relevancia para la época, Walter Benjamin advierte que éste es una representación fiel de la situación del público y, en especial, de la sociedad, así, se convierte en un arte de carácter ilusorio que modifica la percepción del humano puesto que logra que se enfoque a los detalles que el director desee resaltar y que se logra en un espacio de tiempo determinado en donde el hombre olvida la realidad por fuera de la sala de cine, estando aquí su poderoso atractivo, la disipación. Relacionado lo anterior con la pérdida del aura en la obra de arte y el cambio de relación con la misma que ya no es contemplativa, situación a la que Benjamin denominará recepción óptica y que se contrapone a la recepción táctil, presente también en la arquitectura debido a su manera de pasar desapercibida en la vida cotidiana.
Ahora bien, a pesar de las opiniones de Benjamin al respecto, si al principio de su ensayo nos cita a Paul Valéry cuando hace referencia al cambio técnico que se ha venido presentando en las artes que puede probablemente cambiar la noción de lo que es el arte –como efectivamente ocurrió− es hasta el final de su ensayo, en el epílogo, donde mostrará de manera positiva la manera que este tipo de arte reproductible puede ser útil para la sociedad:
La humanidad, que antaño, en Homero, era un objeto de espectáculo para los dioses olímpicos, se ha convertido ahora en espectáculo de sí misma. Su autoalienación ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción como un goce estético de primer orden. Este es el esteticismo de la política que el fascismo propugna. El comunismo le contesta con la politización del arte. (p.20)
Desde el escrito de Benjamin ha pasado mucho en la historia del cine, se han hecho tanto filmes buenos como malos y comprometidos como desinteresados políticamente, lo que sí es notable es que es un arte que no parece decaer con prontitud y así como el aura ya no estaba presente en él al modo que el autor lo afirma, sucedió lo mismo en los otros tipos de artes, lo que no quiere decir que se afecte la experiencia estética que pueden llegar a generar esta clase de producciones o que el director de cine no llegue a consolidar en un film una auténtica obra de arte.