El alcance de la literatura. A propósito de Nussbaum y Rorty
La literatura ha tenido un lugar privilegiado entre todas las artes a lo largo del tiempo, esto sucede en tanto ésta misma contribuye en la erección de la cultura, conformando una relación en la cual el hombre crea y la obra erige y así se va perpetuando el ideal cultural de cada civilización. Podemos decir, aun hoy, que la literatura sigue jugando ese rol imperante y que seguimos siendo introducidos e instruidos a nuestra cultura por medio de relatos escritos. A pesar de esto, la situación de todas las artes, no sólo las literarias, ha cambiado en el mundo contemporáneo, la obra de arte está permeada por el shock del que nos hablaba Baudelaire, somos un hombre en la multitud que nos agobia y aun así de la cual no queremos salir, contemplamos, en una gran cantidad de ocasiones, un centro de escándalo que ha ido degradando sistemáticamente su aura.
Las grandes obras literarias que nos ha legado la historia han logrado no sólo reflejar un estado del momento en la que fueron escritas sino también vislumbrar una condición que pareciera ser común a todos los hombres; aun así, la literatura, a pesar de poseer esta facultad no logra formar al hombre, aunque sólo se escribieran las cosas adecuadas para la formación del ciudadano de la república platónica.
Martha Nussbaum en su texto sobre la imaginación narrativa nos propone la idea de que las artes cultivan las capacidades de juicio y sensibilidad que pueden y deben expresarse en las opciones de los ciudadanos, si bien, éstas pueden instaurar puntos de reflexión y nos pueden ayudar a cambiar de concepciones en diferentes momentos, el hecho de acercarnos a las artes no garantiza que los juicios y las sensibilidades que abran sean las adecuadas y mucho menos que nos formen como ciudadanos. Lo anterior abre dos concepciones contrarias, pero erróneas de la realidad multicultural: primero, que todos los hombres de todas las culturas poseen la misma sensibilidad y se forman los mismos juicios o segundo, que todos los hombres de todas las culturas deben poseer la misma sensibilidad y deben formar los mismos juicios.
Lo anterior, aunque Martha Nussbaum nos diga posteriormente en su texto que la imaginación narrativa nos abre la comprensión de diferentes situaciones humanas, cierra la posibilidad de conocer la multiplicidad de juicios y sensibilidades del otro, recordando además que en el reino de la indiferencia que es nuestra época se ha buscado en su sentido teórico y práctico resaltar el respeto a la otredad.
Si pensamos en la literatura de esta manera, ¿puede un cuento como El Cobrador de Rubem Fonseca formarnos como ciudadanos?, no lo creo, pues aunque pueda acercarnos al punto de vista que tiene el protagonista, uno vengativo, no debería impulsarnos a que nuestra actitud y modo de actuar deba ser igual o contrario a la del personaje, en primera instancia porque decidir actuar igual a él nos llevaría a adoptar una actitud que va en contra del respeto al ciudadano y, en últimas, al hombre, y ahí le concedo la razón a la autora cuando dice: “La obra genera una imaginación vívida que lleva a las personas a tomar decisiones políticas pero éstas no son siempre encaminadas a hacer el bien”, de igual forma, si decidimos actuar de manera contraria a él estamos aceptando que sí hay un sentido de la normalidad institucionalizado en la cultura.
En este cuento se puede observar cómo la sociedad ha incidido de una manera tan profunda en el hombre que logra que éste crea que la sociedad le debe “todo” por la vida miserable que ha llevado, pensando que la única manera de solucionarlo es obteniendo una compensación que se basa en arremeter violentamente en contra de los demás. A pesar de que en este sentido podamos entender su perspectiva y de una manera u otra los detonantes de su modo de actuar, no podremos compartir la moralidad de sus acciones ni adoptarla para nuestra actitud de ciudadano.
Pensar que las obras literarias nos van a entregar siempre unos imperativos morales es extirparle a éstas su carácter estético, aquí se encuentran dos posturas que parecen ser contrarias en el arte: el arte comprometido y el arte por el arte, muchos artistas se han situado en algún lado de estas posturas, pero aun así, cuando su obra está terminada y, de cierta manera, se desliga de ellos no se puede controlar la forma en la que llega al espectador, pues puede generar en él una actitud y una comprensión diferente a la esperada por el creador; en esta instancia se suele volver a la posición de defensa de la multiplicidad de significados que encarna la obra, pues muchos, no sólo espectadores sino también los peritos, llegan a defender, aunque nunca haya sido la pretensión del autor, que la obra revela aspectos sobre la vida, el mundo, la humanidad, etc. que no pueden ser pasados por alto.
Esto nos conduce a un problema sobre los límites que tienen las obras, pues a éstas no se les puede dar tantas explicaciones que lleguen al punto de alejarse del verdadero sentido de la obra, así como tampoco se puede entregar una obra desprovista de cualquier significación y esperar que el público sea quien lo dote de ésta; aquí además de no haber unos límites sobre la interpretación de la obra hay un grave problema con lo que se está entendiendo o la definición que se le está dando al arte mismo.
En cuanto a la comprensión que le está dando el espectador a la obra el filósofo Richard Rorty, en los capítulos, de su libro, dedicados a Nabokov y Orwell nos ejemplifica las dos posiciones que pueden tomar los artistas, encontrando así a un Nabokov interesado por la experiencia estética que se encuentra en su obra y a un Orwell que no puede desligar los acontecimientos políticos y sociales de su tiempo y que en últimas lo impulsan a dejar plasmado juicios en sus novelas, de esta manera percibimos que, en cuanto a literatura se refiere hay una dificultad a la hora de negar las imputas morales que pueden presentarse en las novelas, pues debido a que el medio del que se valen son las palabras, las cuales están dotadas de significados se pueden armar proposiciones implícita o explícitamente que posean juicios y valores.
¿Hasta qué punto importa la pretensión del artista?, parece que la obra de arte realmente cobra vida e incide de una manera u otra en los entes contemplativos, Rorty resalta que la literatura debe guardar consigo el valor de la solidaridad, crearlo, a manera de reinventarlo, y ampliar el que poseemos ahora, contraponiéndose a un reconocimiento de la misma que se basa en pensar que existe con anterioridad al reconocimiento mismo y que en últimas nos hace tener dudas sobre él.
Pues bien, si la obra crea ese valor de la solidaridad, éste, pienso, no debe contraponerse al valor estético que posee la obra, si ésta, a pesar de la concepción formalista, no puede escapar de los valores morales hay que permitir que subsistan en una relación de interdependencia con los valores estéticos, así ninguna, según ciertas concepciones teóricas, resultará siendo la lacaya de la otra.
Las concepciones, ligadas a los ideales liberales, de Nussbaum y Rorty, por otro lado, aunque pretenden que la obra literaria afecte de una manera positiva al receptor no pueden pasar por alto lo siguiente: primero, que todo el mundo está dispuesto a no entrar a la corriente de la acción, impulsados por la obra, segundo, que la obra realmente tiene el poder de transformar al lector e impulsarlo a generarse valores y juicios morales, ya Steiner nos lo demostró cuando nos dijo que ninguna obra de arte impidió que sus mismos espectadores realizaran actos barbáricos como el holocausto, tercero, que la obra literaria será recibida por todo el público de la misma manera, pues puede llegar a un lector formalista o a un simple desinteresado.
Por último, pensar que la literatura que aún, tiene la capacidad de formar estos valores, es importante para el público de nuestra época, es, tal vez, ser demasiado optimistas, cuando la verdad es que los estantes de las librerías se llenan de Best-sellers y guías para la prosperidad, que apuntan a una necesidad del mercado mayoritaria, el cual no está pidiendo que se le diga qué valores morales debe adoptar para actuar positivamente en la sociedad, sino que van al encuentro de un dispositivo que les proporcione entretenimiento.
Con lo anterior, no afirmo que ya no se lean obras clásicas o que los escritores contemporáneos no nos estén dejando una literatura que requiera de introspección, pero sí estoy diciendo que estos casos no se presentan si no como una minoría, ya que al ver las listas de libros más vendidos a nivel mundial podemos comprobarlo. Vale la pena preguntarse cómo el cambio en las obras literarias está modificando nuestra incorporación e instrucción en la cultura y qué nuevos valores, si es que pueden ser llamados así, están siendo buscados por los espectadores.