Arte y teoría
Al filósofo no le es fácil concebir que el artista pase casi indiferentemente de la forma al contenido y del contenido a la forma; que se le ocurra una forma antes que el sentido que habrá de darle, ni que la idea de una forma sea para él lo mismo que la idea que requiere la forma.
Leonardo y los filósofos Paul Valéry
El arte contemporáneo ha intentado ser más cercano al hombre, destruyendo así la figura del individuo erudito que percibe lo inaprensible de las obras, que, se supone, no lograba hacer el hombre del común, pero muy al contrario de sus pretensiones y a pesar de la variedad de métodos y objetos que usa el artista parece no haberlo logrado de la manera que esperaba, pues el hombre común, el que no es espectador usual de arte, no comprende las obras y se siente lejano a ellas. Ya que no existe una definición de arte tal y como podía verse, o se pretendía que se veía en etapas históricas anteriores y, a pesar del escepticismo de los teóricos en cuanto a la necesidad y la posibilidad de una definición de arte, como en el caso del arte contextual y la estética relacional, aunque no hacen afirmaciones de manera explícita siguen separando lo que para ellos es arte y lo que no lo es. La negación explícita de una definición de arte no se sigue de las afirmaciones implícitas de la separación entre el arte y no-arte, y mucho menos, cuando se aceptan unos objetos como tal y otros que tienen el mismo potencial artístico no.
El punto sobre si algo es una obra de arte no debería ser arbitrario. A veces no se sabe cómo el artista llegó a serlo o por qué algo es una obra de arte y las teorías no satisfacen en la conceptualización de estas situaciones. La importancia del receptor, del espectador o incluso del actante que no es artista es innegable, pero el lugar del que evalúa, analiza y construye teóricamente alrededor de los conceptos de artista, arte y obra, no pueden ser abandonados. No sólo se necesitan teorías donde se mencionen las características de las prácticas artísticas y su alcance, también son necesarias las reflexiones en torno a ello, los conceptos que llegan a englobar y su impacto en la comunidad del arte.
Que no sepamos con certeza qué es el arte y se haya optado por no seguir preguntándonos no hace que en otros puntos de la teoría estemos más claros, por ejemplo, no se sabe qué es lo que hace a las obras de arte buenas o malas o qué hace a unas mejores que las otras. La crítica de arte media entre las experiencias particulares de los sujetos que actúan como espectadores y las obras que están presenciando, pero hay que pensar qué clase de utilidad tiene la reflexión sobre la obra de arte y para este caso, mucho más, sobre la importancia que tiene la reflexión teórica sobre el arte y si ayuda o no a su desarrollo o si interviene de manera significativa en su recepción.
¿Cómo se dan las validaciones si no se tiene una concepción aunque sea implícita de lo que es el arte?, estas teorías nos muestran, unas, que si bien no logran conformarse como definiciones completas, pues funcionan como explicativas, resultan ser nociones de lo que creen que es el arte, así, estos preceptos dados sirven para analizar si las obras realizadas parecen encajar con los preceptos del arte contemporáneo. También, las personas que apoyan este tipo de ideas siguen reconociendo que unas cosas sí son arte y otras no, así los argumentos que expresen contradigan las tesis que siguen. Estas concepciones no son dadas por una teoría normativa sino una explicativa, todo da un espacio para opinar lo que se quiera y el nivel de la crítica, a veces, parece haber desmejorado, la subjetividad es soberana en un mundo del arte, donde contrario a lo que se afirma, la estetización impera en el arte.
La estética relacional y el arte contextual son los ejemplos de teorización de las prácticas artísticas más recurrentes en nuestra época y que se resuelven como un ejercicio explicativo, pues no sólo dan cuenta de las artes mismas sino también de los modos de proceder en estos ámbitos teóricos, la lectura resultante es la de una visión conceptual y procedimental que se está llevando en los círculos de teoría. Éstos se reafirman como alejados de los esfuerzos normativos, unos que van de la mano de otro tipo de teorías, que a pesar de ser llamadas normativas también llamaré definitorias, pues aunque gran parte de ellas se dedicaron a buscar esencias para normativizar, otros esfuerzos están enfocados en buscar una definición, dar una definición y explicar el arte sin tener que recurrir, necesariamente, a una esencia. Estas posturas, en parte, son el resultado de actitudes como las defendidas por la nueva teoría del arte al hacer una crítica de los modos de proceder tradicionales de la teorización, de este modo, todas son el resultado de diversas maneras de concebir el arte.
Ahora bien, el problema de la definición del arte, aunque considerado por muchos como anacrónico, fue y sigue siendo absolutamente necesario para comprender los movimientos de producción teórica y artística actuales, puesto que permitió que la teoría de arte se cuestionara a sí misma y se preguntara por la cercanía que estaba teniendo con el mundo del arte, por su producción y su recepción, en calidad de los eventos se estaban experimentando en el mismo, lo que refleja las concepciones, en ocasiones implícitas y en otras explícitas, de la definición del arte.
Las teorías anteriormente mencionadas al ser extraídos sus puntos centrales sobre la definición del arte, dejan ver que aunque no se están preocupando específicamente por esta cuestión y que de hecho, llegan a rechazar, de todas formas, plasman su parecer sobre ello. Si se diera el caso que presentáramos como arte todos los objetos del mundo sólo por las relaciones que suscitan, por la mediación de un artista en ellas o por su estetización llegaríamos a un verdadero problema, porque no tendríamos una realidad sino sólo arte, aunque este planteamiento esté llevado a un extremo, que puede ser muy improbable, no es para nada lejano el hecho de que introducimos artefactos al mundo del arte de una manera indiscriminada, no sabemos cómo, ni por qué, pero creemos que porque pensamos que algo es arte esto es así, aunque cada uno decida estetizar el artefacto que quiera y por esto nombrarlo una obra de arte eso no va a hacer que esos artefactos se conviertan en artefactos artísticos, esa es la diferencia que quiero marcar, entre lo estético y lo artístico, una diferencia, que no sólo es teórica sino también ontológica. Con esto no niego que potencialmente todo puede llegar a ser arte, pues sería darle la espalda a este nuevo paradigma del arte, el que vivimos, uno de la posibilidad, que ya parece haber alcanzado un cierto período de estabilidad porque prácticamente no se cuestiona, ésta es otra de las pruebas que me ha dejado el observar el tipo de teorización que se está realizando actualmente.
Este es un problema de la filosofía del arte que involucra a su vez a la estética, ambas, áreas que en ocasiones son vistas con desprestigio desde otras partes de la filosofía, este problema es de una amplitud exorbitante, por eso no ha de extrañarme que muchas de las soluciones hayan sido dedicarse a casos particulares que pudieran ser de un análisis de un alcance más cercano, situación que no desprestigio, pues también he incurrido gustosamente en ella, aun así, las preguntas de: ¿por qué algo es arte?, ¿cómo se establecen los límites entre lo que es arte y lo que no?, y, en el caso actual, cuando se supone que estos límites ya no se pueden establecer ¿qué manera de hacer una diferenciación del arte de otros objetos del mundo queda?, en última instancia, me preocupa saber ¿qué es el arte? y ¿por qué el filósofo puede hablar de ello y cómo puede hacerlo?
En muchas ocasiones este tipo de cuestionamientos me han llevado a verme mucho más interesada por los modos de hacer teorías sobre el arte que sobre el arte mismo, entonces la atención se dirige especialmente a las teorías y a los argumentos y no necesariamente a las ejemplificaciones de las que deben dar cuenta, obviamente, mi interés primario partió de la situación del arte contemporáneo y de las obras que son catalogadas como arte, pero también, de visitas a los museos, de textos curatoriales, de opiniones de compañeros, profesores y teóricos.
En la exploración de mis planteamientos sobre el problema he tenido en consideración otros factores, como la mercantilización del arte, los requisitos de algunas academias de artes para que sus estudiantes puedan graduarse, el siempre presente e importante arte de masas, etc., pero aprecio este modelo porque da relevancia a los aportes interiores del arte, unos que no quisieron darle completa relevancia a los aspectos externos que parece exigirnos el mundo contemporáneo. Admiro estos esfuerzos teóricos en la medida en que se construyen sobre la crítica, se reformulan para querer resolver el problema y no optan por rehuirlo, se hacen un lugar junto a las demás teorías, y que aunque ahora no sean, en cierta medida, las más notorias, siguen dando un campo valeroso de trabajo al filósofo del arte. Tácitamente me pregunto sobre el oficio del filósofo y sobre su trato de los temas del mundo, especialmente, del filósofo y el arte, de su función social, como creador de unos marcos referenciales que sirven no sólo para reflexionar sobre el arte sino también para crearlo.
Resalto las teorías de Paul Ziff, Morris Weitz, Monroe Beardsley, Arthur Danto y George Dickie, los primeros dos, no tan cercanos a la línea de proposiciones de escritos, réplicas y reformulaciones como los demás, pero que de alguna manera querían contestar a una teorización que les parecía insuficiente y de basta estrechez para las prácticas artísticas contemporáneas, los otros, ligados no sólo por la tradición de la filosofía analítica sino también por inspirarse unos a otros, así fuera, con el sentido de querer refutarse, de escribir críticas y de querer finalmente clarificar de algún modo el problema. Claramente se me puede argüir que quedan faltando muchos más, propuestas más recientes con visiones más cercanas a nuestro arte, pero quiero decir, que también éstas deben sus investigaciones a estos aportes y muy especialmente a Arthur Danto y a George Dickie.
Si hay algo que es arte en el mundo y así lo reconocemos, debe haber cosas que no lo sean, y, si esto es así, hay una manera de diferenciar las cosas que sí lo son de las que no. Explicar las razones por las cuales esto es así dista mucho de ser sencillo, las teorías se ven en apuros al hablar en términos tan generales, se ha propuesto buscar: esencias, condiciones, modos de uso de la aplicación del concepto; encontrar marcos de referencia, proponer marcos ontológicos delimitados de lo que es arte, entre otras cosas. No estoy segura de que podamos vivir sin un concepto de arte, tal vez, no uno de un diccionario, pues no es como si el mundo se detuviese porque no sabemos con certeza su definición, de hecho, pasamos por alto el desconocimiento de muchas cosas todos los días, pero, de cierta manera, es diferente para las personas que, inmersas en el mundo del arte, afirman y niegan sin saber por qué lo están haciendo. Esta época tiene su propia definición, muchas definiciones implícitas, que puede que no estén cumpliendo con los rigores que la teoría necesita, pero que se encuentran ahí y no pueden negarse.
Mis esfuerzos por estudiar estas teorías contrariamente a querer ser una muestra histórica de un problema de la filosofía, encubren el deseo de ser la manera de mostrar la equivocación en la que caen las teorías actuales al considerar que no existe una definición del arte. Sigo creyendo en ello, es decir, en que sí hay diferencia entre el arte y el no-arte y que se liga a una definición. A pesar de ello me he topado, no sólo con los argumentos que dan los filósofos del arte en sus teorías sino también con los que las demás personas tienen, pues siempre hay algo que decir sobre el arte, como cuando para mi mamá el cuadro de la última cena del comedor es una obra de arte y para mi papá la jugada magistral de un jugador de fútbol o cuando llevo a mi hermana a una exposición y ella enojada me dice que por qué un punto negro sobre un papel blanco es una obra de arte o, por el contrario, cuando atónita después de haber visto La ventana indiscreta de Alfred Hitchcock parece asentir más a la idea de que esa sí es una obra de arte. También que de un grupo de estudiantes de filosofía, que se interesan por el arte, tome como arte la experiencia de las drogas, ciertos movimientos del ajedrez, los cómics y los videojuegos o una pila de piedras arrumadas, y que haya opiniones tan diversas al respecto, o, incluso, que después de asistir a una exposición, de estudiantes de artes plásticas, se den explicaciones de una de las obras en donde se liga a x o y teoría filosófica, para luego descubrir que la obra tenía que ver con algo íntimo de la vida familiar del estudiante y que ninguno de nosotros, sin saber esto, hubiera podido llegar a interpretarlo alguna vez.
Nuestras concepciones personales, en última, sobre lo que es el arte, sin querer fundar una tesis relativista, esconden: 1. una intuición parcial[1] de la definición que cada uno ha tomado para sí, y que, a mi parecer, se desliga de los conocimientos que hemos adquirido sobre el arte, que aunque no siempre provienen del aprendizaje directo de las teorías del arte, es decir, como leyendo a Platón o a Kant o a Danto, pueden darse a través de otros medios, como lo que nos muestra la televisión o lo que se ve en los museos o incluso lo que aprendemos, repetimos o recreamos en el uso cotidiano de la palabra arte, como cuando se quiere enaltecer el valor técnico o procedimental de algo y se le llama arte. Estas ideas provienen de la producción de arte, pero también de los modelos teóricos del mismo que se han dado a través de la historia, esto, lo acompañaré de una segunda característica, que también encontré como fundamental y, es, 2. la manera en la cual la preferencia estética que cada uno conserva será un factor de esta intuición, puesto que cuando cada uno se pregunta por lo que considera arte va a favorecer la práctica artística o las obras en particular que se siguen de su preferencia estética, aclarando, nuevamente que nada de esto, es lo suficientemente sólido, como para considerarse un argumento apropiado y mucho menos como una definición de arte.
Lo que sí me queda por aclarar, es que las nociones que tenemos se usan como términos, pues no hemos llegado a una definición que nos permita construir un concepto que parezca adecuado, no para todo lo que es arte hoy en día, y que satisfaga todas las razones por las cuales el arte es arte. Hablamos de término, concepto y definición, confundiendo una y otra, nos movemos desde usos descriptivos de la palabra a usos clasificatorios o metafóricos, incluimos juicios de valor y anexamos consideraciones estéticas. Esto no quiere decir, por un lado, que abandonaré la idea de la definición del arte o que me proponga a respaldar a las teorías que niegan que pueda darse una, todo lo anterior, sólo quiere decir que la complejidad del problema no ha dado para encontrar un cuerpo teórico que pueda explicarlo de una manera satisfactoria.
[1]Haciendo referencia a las intuiciones parciales de las que hablaba George Dickie.